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A m o r

 

El amor es la dimensión unificadora del fruto y es la esencia del carácter de Dios, y se ha desarrollado dentro de nuestro ministerio como baluarte de identidad.

 

¿Cómo definimos el amor?

 

Dios, es la respuesta, porque Dios es amor. El mundo sufre por la falta de amor, esa falta de amor que sólo Jesús puede dar.

 

Hay tres tipos de amor:

 

Amor ágape: Es la clase de amor que Dios tiene. Es un amor incondicional.

 

Es el amor que nos sana y echa afuera el temor. Si no tenemos amor somos metal que retiñe o címbalos resonantes.

El amor ágape nos lleva a amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, que es el primer mandamiento. El amor de Dios es ese tipo de amor que se entrega para darlo todo y recibirlo todo, así como lo hizo Jesús. Es ese amor fiel, que nunca se agota, que fue capaz de ir a la cruz y que nunca nos abandonará.

 

Debemos buscar que nuestro amor a Dios se mantenga y crezca a medida que le conocemos y amamos más.

 

Amor filial: (2 Pedro 1.7); es el amor fraternal.

 

Dios nos insta a tener esa clase de amor que busca la oportunidad para dar, no piensa en hacer mal a su hermano, sino sólo el bien.

 

Es la amistad que debemos buscar entre nosotros. Es la Voluntad de Dios que amemos aún a los que no son tan amables o corteses como quisiéramos, o los que no piensan como nosotros (1 Juan 4.12).

 

El amor eros: (o físico): Es el que tiene que ver con nuestros sentidos y pasiones.

 

 Dentro del matrimonio este amor es puro, pero siempre tiene que ser un desprendimiento del amor ágape, porque sin Cristo, como el mundo lo ve llega a ser egoísta, temporal y aún lujurioso.

 

Tres direcciones del Amor

 

Amor a Dios: Es el primer mandamiento.

 

Es el amor que nos hace rendir ante Él.

 

 Amamos a Dios porque Él nos amó primero (1 Juan 4:10).

 

 Amor a mi prójimo: Es el segundo gran mandamiento (Levítico 19:18).

 

Lea Lucas 10:30-37.

 

¿Qué le dice este pasaje?

 

Es el amor que edifica y no destruye. Es el amor de 1 Pedro 4:8 y Lucas 6:27-36.

 

 Amor a mi mismo: dice el segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

 

Debo creer, pues la Palabra de Dios me dice, que somos amados por Él:

 

(Jeremías 31:3); perdonados por Él: (Efesios 1:7); aceptados: (Efesios 1:6); victoriosos: (Romanos 8:37).

Si tengo de mí el concepto que Dios quiere que tenga, podré entonces amar a los demás aceptándolos como Dios hace conmigo.

 

No hablamos aquí del orgullo, sino de aquellos que tienen baja estima de sí mismos.

 

La Red Internacional tiene amor ágape, es paciente, no se da por vencido, no pierde la esperanza, es un amor que bendice a todos sus ministerios  y a los que le rodean.

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