
Mi cuerpo Templo de Dios III
Efesios 4.20-24
20 Pero eso no es lo que ustedes aprendieron acerca de Cristo. 21 Ya que han oído sobre Jesús y han conocido la verdad que procede de él, 22 desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño. 23 En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes. 24 Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y santo.
Éfeso, el puerto era un mosaico de telas, granos, especies, herramientas y gente. Mucha gente de lugares lejanos y fascinantes. Los barcos mercaderes traían visitantes. Unos, simplemente curiosos, otros genuinamente deseosos de encontrar las respuestas a sus preguntas.
Impacientes, llegaban al majestuoso templo de Artemis. Escuchaban. Luego, en las plazas y en las calles veían algo de magia y hechicería. Ingenuamente, pagaban por oír de su suerte.
Algunos regresaban a sus tierras con el corazón lleno de falsas ilusiones. Otros, más sedientos, se quedaban en Éfeso buscando respuestas a nuevas preguntas. Todos aparentemente llenos. Pobres ignorantes, en realidad seguían vacíos.
Los magos y los milagreros empezaban a llenar las plazas y las esquinas haciendo sus alharacas, sus ritos y oraciones. Llenaban de falsas expectativas a todos los que buscaban esperanza y paz. Así era Éfeso. Llena de ruido, de gente, de religión. Así era Éfeso, llena de necesidad.
Si nos damos cuenta los habitantes de esta ciudad habían desarrollado hábitos, ¿Qué es un hábito? Son aquellas cosas que hacemos de manera repetida, ya sea pensamientos, alimentos, o actitudes. Por esta causa el Apóstol Pablo exhorta a la Iglesia de esa ciudad que ellos no habían aprendido así de Cristo. Ellos necesitaban cambiar esos hábitos que les estaban trayendo problemas en todos los ámbitos de su vida, no solo de manera personal les estaba afectando, sino en lo familiar, la sociedad estaba deteriorada. Los cambios que disfrutaron los habitantes de Éfeso se leen en el libro de Los Hechos capitulo 19. Fue porque 12 hombre estuvieron dispuestos a cambiar.
La clave para un éxito duradero es desarrollar hábitos: hábitos nuevos y positivos que reemplacen nuestros comportamientos de autoderrota. Nuestros hábitos controlan nuestra vida. Moldeamos nuestros hábitos, y después nuestros hábitos nos moldean a nosotros.
Quiero pedirte en este día que te tomes un momento para hacer una lista de todos tus malos hábitos, identifícalos, tu sabes cuáles son, y sabes que no son muy útiles. De hecho, muchos de esos hábitos son perjudiciales, sino, solo examina tu estado espiritual, emocional y físico, Dios anhela verte sano por eso envió a su Hijo Único para vivas una vida en plenitud.
Quiero mostrarte algunas razones porque no logras salir de ese bache:
1. Número Uno: Te sientes cómodo con ellos. Muchos de los hábitos con los que hoy batallamos se desarrollaron desde nuestra niñez.
2. Número dos: Te identificas con tus hábitos dañinos. Los hábitos son cosas que tú haces. ¡No son lo que tú eres! Tú tienes debilidades, pero no eres tus debilidades.
3. Número tres: Tus hábitos dañinos tienen una recompensa. A largo plazo producen dolor, pero a corto plazo parecen más fáciles y más gratificantes. Y todo lo que gratifica se repite. El gusto adictivo de la comida chatarra, el subidón a corto plazo debido a los carbohidratos.
4. Número Cuatro: Tienes un enemigo que quiere desanimarte. No solo tienes que luchar contra tus inclinaciones naturales, sino que Satanás, a quien la Biblia llama el Engañador y el Acusador, está trabajando incansablemente contra ti a cada momento del día.
Te das cuenta que los malos hábitos son destructivos pero ¿por qué no los has reemplazado? ¿Por qué resulta tan difícil romper los malos hábitos y crear otros nuevos?
Levántate y toma control de cada uno de ellos y permite que el Espíritu Santo te guie a tu victoria.
Repito: Necesitas más que solamente buenas intenciones y la fuerza de voluntad para cambiar. Necesitas el plan de Dios para cambiar.
Afirmación del día: Me humillo bajo la mano de Dios y resisto al enemigo en el nombre de Jesucristo mi Señor.